20 jul 2009

Sin cultura no hay show

Viernes 17 de julio, día memorable en la historia del fútbol en Venezuela. Iker Casillas, considerado uno de los mejores porteros del mundo, aterrizó en el Estadio Nacional Brígido Iriarte a bordo del helicóptero de Traffic Center. El reloj marcaba las 10:55 de la mañana.


Horas antes, a eso de las seis de la mañana, un grupo considerable de adeptos a “San Iker” se agolpaban a las puertas del mítico escenario capitalino. Tuvieron que esperar un lapso de dos horas para poder ingresar al coso.

La logística del evento marchaba viento en popa. Periodistas acreditados en las gradas, reporteros gráficos en el terreno, padres, representantes e invitados especiales en la parte inferior de la tribuna principal, los acreditados VIP con un sitio privilegiado a un costado del terreno y el público general en la parte superior de la tribuna principal y por toda la tribuna popular.

Algunos grupos musicales, junto a la animación de cuatro locutores de la radio caraqueña, amenizaron el evento. Los niños del campamento, “protagonistas” de esta ceremonia, estaban ubicados en el terreno de juego con un orden impecable. Todo transcurría con una normalidad y una organización asombrosa.

Hay un refrán popular que cita: “Cuándo todo va bien, es porque te estás olvidando de algo”. Lo triste de esta situación es que nunca me olvidé de nada. Minuciosamente me enfoqué en todo con mucho cuidado, pero hay cosas que escaparon de mis manos.

10:55 de la mañana. El helicóptero tocó tierra y también Iker Casillas. Lo que vino a continuación me lo esperaba: los casi setenta fotógrafos acreditados asediando a Casillas. Lo que no me esperaba era ver a los “VIP” asediándolo.

En ese momento la seguridad quedó escasa. En cualquier situación similar la seguridad quedaría escasa. Contener a setenta fotógrafos era un trabajo que estaba en los planes, pero contener a casi cien personas “VIP” no estaba en los planes. Era de suponerse que ellos, más que nadie, tendrían que dar el ejemplo y no fue así. Ante esta situación, y ante la nula colaboración que prestó la PM (ya estamos acostumbrados a su ineficiencia e incapacidad), el evento se tornó un caos total.

La logística tuvo que ser cambiada. La vuelta olímpica de Iker tuvo que ser suspendida, el acercamiento al área VIP también se tuvo que suspender. Claro está, los VIP, que iban a tener el privilegio de compartir con él si respetaban las normas y condiciones, ya se habían acercado a Casillas a su manera. Los protagonistas, que eran los niños del campamento, se convirtieron en floreros que adornaron un show reservado únicamente para los que se ubicaron en la tribuna principal y para esos “VIP” que no supieron mantener la calma y la cordura.

En resumidas cuentas, la locura vivida en el Brígido me hizo concluir algo: sin cultura no hay show. El venezolano no está acostumbrado a respetar las normas, a seguir instrucciones, a mantener el orden preestablecido. Sí, preestablecido. La gente estaba al tanto de la logística y aún así no respetaron esas pautas. Esto solo fue una gota de las tantas que derramaron el vaso.

Pocos periodistas fueron capaces de leer las instrucciones suministradas por el departamento de prensa que dirijo. Algunos llegaron a comentarme: “¡Oye!, es que tus correos son muy largos y da flojera leerlos”. ¿Qué clase de excusa puede ser esa para un “periodista” cuya base laboral es la lectura? Sin comentarios. Lo cierto del caso es que, por no leer, no estaban al tanto de la logística y se presentaron reclamos y discusiones en las puertas preferenciales. Queda claro que la lectura es la base de la cultura y sin lectura no hay cultura. Por ende, tampoco hay show.

Tuve que vivir esto para darme cuenta el porqué Venezuela no está capacitada para eventos masivos. ¿Se imaginan un concierto de Madonna o U2 en cualquier locación caraqueña? Madre mía. Caos total. No hay seguridad capaz de contener a miles de “fanáticos” que carecen de cultura y de respeto. Como diría Oscar Yánez, “Así son las cosas”.

No queda más que decir. Bueno, sí. Con el permiso de Corro y Pacheco: “¡Chau! Se acabó el show”.