24 sept 2009

"Se acabó la sequía"

Un sociólogo norteamericano dijo hace más de treinta años que la propaganda era una formidable vendedora de sueños, pero resulta que yo no quiero que me vendan sueños ajenos, sino sencillamente que se cumplan los míos. Esta célebre frase del escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, refleja la realidad de una nación acostumbrada a empalagarse con triunfos ajenos y no con los propios. Ojo, me incluyo.


Si fue en México 1970 con el triunfo de Brasil gracias al mítico Pelé, o fue en España 82 con la contundente victoria de la azzurra en suelo madrileño sobre los germanos, o fue durante esa tarde mágica del 22 de junio de 1986 en donde el mismo Dios se apoderó del Estadio Azteca para pintarle la cara a Peter Shilton, siempre nos correspondía celebrar triunfos ajenos.

Fueron momentos vendidos por unos y comprados por otros. Esos postores que se paseaban por la vida de unos pocos que anhelaban escuchar el “Gloria Al Bravo Pueblo” en la máxima cita balompédica de la extensa geografía mundial.

Desde Uruguay 1930 hasta Alemania 2006, la magistral composición de Vicente Salias y Juan José Landaeta se ausentaba, y no podía hacerse sentir como se sentían las composiciones de Francisco Manoel da Silva, Goffredo Mameli y Michele Novaro, o Rouget de Lisle.

No fue de Uruguay a Alemania sino de Túnez a Egipto. La tan ansiada espera terminó, cumpliéndose ese sueño que sí nos pertenece: Venezuela está en un mundial. Los retazos de tela que fusionó el Generalísimo Francisco de Miranda en 1800 aparecerán en la tierra de los faraones, para adornar e identificar, junto a otras veintitrés banderas, la máxima cita del fútbol mundial.

Veintiún hombres, más que nombres, serán los encargados de vender sueños propios y no ajenos. Hombres que se ganaron el derecho de defender el tricolor en suelo africano. Citó “Rafa” Santana en una oportunidad que “los hombres, a posteriori, son nombres”. Estos hombres serán, sin duda alguna, los nombres que identificarán la tierra de Bolívar en el concierto futbolístico internacional.

Se acabaron los sueños sin bandera. Se acabaron las caras pintadas de amarillo y verde, de verde blanco y rojo, de azul celeste y blanco. Se acabaron las banderas que portan una identidad que jamás será nuestra. Se acabó el menosprecio hacia los nuestros, se acabó el yugo que se extendió por años.

Bienvenido sea el tricolor en la cara y en la cancha mundialista. Bienvenidas sean las lágrimas justificadas que acompañarán a los nuestros en la tierra de Cleopatra y que, a millones de kilómetros, justificaremos con más lágrimas. Bienvenidas las gargantas dispuestas a exigirse con cada jugada, con cada gol, en cada minuto de esos 270 que podrían consignar la suerte de otros tantos.


Bienvenidos a Egipto 2009, escenario histórico para escribir una nueva historia. La historia del “Gloria Al Bravo Pueblo” en los libros de la FIFA.