28 ene 2010

La óptica de un recién llegado...

A ver a ver, dirían por ahí. ¿Dónde empieza el respeto y dónde termina? Confucio, y no precisamente el que descubrió o generó la confusión, dijo que “Un erudito que no sea serio no inspirará respeto, y su sabiduría, por lo tanto, carecerá de estabilidad”. ¡Qué dilema cuándo aquel que pide respeto no respeta a su entorno y queda en evidencia su inestabilidad! ¿Cuántas jefaturas de prensa manejaste en dos años? Creo haber escuchado en una oportunidad que fueron la de tres equipos. ¿Te parece eso estable?

Al principio me catalogó de “recién llegado”. Luego me llamó “fantasma” y en alguna oportunidad me llamó “incompetente y tarado”, sin mencionar la cantidad de minutos que ha invertido en mencionar mi nombre en su programa radial, muy escuchado por cierto, debo admitirlo y reconocerlo. Las opiniones generalizadas son: “¡Hay que escucharlo para saber qué va a decir! A ver contra quien se ensañará el día de hoy. ¿Será el Caracas o Esquivel?” Es triste que te escuchen por eso no más, ¿no te parece? ¿O es que qué eres de los que dicen “Que me escuchen. Para bien o para mal pero que escuchen”? Qué criterio, diría mi gran amigo Walter Reinaldo Roque.

Lo cierto del caso es que día a día destruyes creyendo que construyes. Te pregunto, y no es porque sea empleado del Caracas Fútbol Club; ¿Será que los “Rojos del Ávila” son un mal ejemplo institucional para nuestro balompié? Curiosamente, el señor Rolando Urdaneta, presidente de la LPB, comentó el día de hoy en la rueda de prensa de Cocodrilos de Caracas que la Organización Cocodrilos es una de las más serias y consecuentes de nuestro país. ¿Acaso no lo ves, o es que no lo quieres ver?

“¿Cómo le explico a mi papá?” ¿Cómo olvidar esa columna en dónde quisiste desprestigiar la labor de una familia que le ha dedicado 20 años a consolidar un club serio, consecuente y exitoso? ¡Inolvidable! Hablaste de tuberías rotas que dejaron sin agua a una ciudad, hablaste del trabajo del preparador físico del Caracas, el respetable profesor Rodolfo Paladini, poniendo en tela de juicio su labor para con sus muchachos. En fin. ¿Qué no dijiste?

En otra oportunidad comentaste que el Caracas no formaba jugadores sino que los robaba. Hablaste del caso de Alejandro Guerra, quien se formó en las filas del Calasanz. Cierto. Recuerdo haber jugado par de encuentros contra él, porque yo sí jugué. No hace falta que hable de mí en ese aspecto, con preguntarle a los profesores Carlos María Ravel, Oscar Rossi o Hamlet Tabárez tienes. ¿Qué habría pasado si el Caracas no habría puesto sus ojos en él? Probablemente le hubiera sucedido lo que le ocurre a muchos talentos de nuestro país. Caen en la “joda”, la rumba y los excesos. ¿No tiene méritos el Caracas por mantener ese ritmo y brindarle una vitrina al “Lobito”? ¿Ronald Vargas te suena? Pero cómo vas a saberlo si JAMÁS jugaste.

Tu “Best Seller” más reciente habló del Caracas como un equipo “de chequera”. Sí, está clarísimo. La directiva del “Rojo” rompe el mercado como lo hizo en su momento Di Martino con el UAM. Oye por cierto, ¿Qué le pasó al UAM? ¿No te parece que veinte años de éxitos demuestran algo más que “cheques con o sin fondos”?

Ahora quieres manejar un medio de comunicación masivo a tu antojo, como si fueras el propietario del mismo. Lo increíble es ver como los jerarcas de tal planta televisiva te lo permiten. Llegaste a menospreciar y ofender el trabajo de un miembro del cuerpo técnico del Caracas Fútbol Club, sin mencionar el destiempo para acreditar a tu staff, colocando en tu mail de solicitud, que te recuerdo llegó a destiempo, la siguiente petición: “Agradezco este año evitar controversias y habilitarnos una caseta en cada compromiso en la Copa Libertadores”. ¿Quieres y exiges respeto pero no respetas el trabajo de los demás? Tú eres el reflejo de nuestro fútbol.

No queda más que decir de parte de este recién llegado. Creo que con menos tiempo en nuestro fútbol he hecho más de lo que vienes haciendo en años. Yo no destruyo, busco construir. No critico si no tengo que criticar, así como no aplaudo lo que no tengo que aplaudir. A ti, te aplaudiré cuando tenga que hacerlo, porque me enseñaron a respetar y a reconocer. Por ahora, no tengo nada que aplaudirte.